jueves, 17 de junio de 2010

La liga patriótica, o esos "niños bien" que aterraban

Atacaban barrios obreros y se dedicaban a la "caza del ruso".
Formada por hijos de las "mejores familias", la liga enarbolaba como excusa para la violencia el miedo a la revolución soviética.



Por aquellos primeros días de 1919, mientras se desarrollaban las huelgas que culminarían en la semana Trágica, los miembros "más destacados de la sociedad" sufrirían un fuerte ataque de paranoia. En su fértil imaginación florecían selváticamente teorías conspirativas. La revolución bolchevique se había producido hacía menos de dos años y el simple recuerdo de los soviets de obreros y campesinos decidiendo el destino de la nación de los zares hacía temblar a los dueños de todo en la Argentina. Había que frenar el torrente revolucionario. Comenzaron a reunirse para presionar al gobierno radical, al que veían incapaz de encarar una represión como la que ellos deseaban. Según los jefes de esas familias, era necesaria una "mano dura" que les recordara a los trabajadores que su lugar en la sociedad era el de la obediencia y la resignación. Así fue como un grupo de jóvenes de aquellas, las "mejores familias", se reunió en la Confitería París y decidió "patrióticamente" armarse en "defensa propia". Las reuniones continuaron en los más cómodos salones del Centro Naval, de Florida y Córdoba, donde fuerón cálidamente recibidos por el reaccionario contralmirante Manuel Domecq García y su colega el contralmirante Eduardo O`connor. Ambos se comprometieron a darles instrucción militar. O`connor dijo aquel 10 de enero de 1919 que Buenos Aires no sería otro Petrogrado e invitaba a la "valiente muchachada" a atacar a los "rusos y catalanes en sus propios barrios si no se atreven a venir al Centro". Los jovencitos "patrióticos" partieron del Centro Naval con brazeletes con los colores argentinos y armas automáticas repartidas por Domecq y sus cómplices.
Este grupo, inicialmente inorgánico, se constituiría oficialmente como Liga Patriótica Argentina el 16 de enero de 1919. Domecq fue su presidente provisional hasta abrir de 1919, cuando las brigadas eligieron a Manuel Carlés. En aquella ocasión, el jefe de la liga dejó en claro los objetivos de la organización:
"Los miembros de la Liga se comprometen, bajo su fe y honor de argentinos, a cooperar por todos los medios a su alcance, e impedir: primero, la exposición pública de teorías subsersivas contrarias al respeto debido a nuestra patria, a nuestra bandera y a nuestras instituciones; segundo, las conferencias públicas y en locales cerrados no permitidos sobre temas anarquistas y maximalistas que entrañen un peligro para nuestra nacionalidad". Se obligaban igualmente a usar de todos los medios lícitos para evitar que se usen en las manifestaciones públicas "la bandera roja y todo símbolo que constituya un emblema hostil a nuestra fe, tradición y dignidad de argentinos."
Si de muestra vale un botón, qué mejor que leer parte de un discurso de Carlés: "Cuando parecía que la civilización argentina hubiera de malograrse por la acción de la audacia desenfrenada del extranjerismo sectario, la Providencia, custodia de los argentinos, creó la Liga Patriótica Argentina y ¡Basta! dijimos a la insolencia. A pesar de su prensa procaz, conseguimos enjaular a la fiera y salvar a los trabajadores amedrentados".
La ideología de la Liga se emparentaba con lo más reaccionario de la derecha católica argentina. Promovieron la xenofobia fomentando el odio y la desconfianza hacia los inmigrantes, particularmente aquellos provenientes de Rusia y de los países del este, en los que veían a agentes soviéticos. Veía como blandos a los partidos políticos frente al avance de las ideologías obreristas. Y se haría famosa por sus actividades paramilitares. Financiada por las "mejores familias", tenía como base las comisarías; desde allí partían en coches último modelo manejados por jovencitos oligarcas. Al grito de "Viva la Patria", atacaban barriadas obreras y sedes sindicales y de periódicos socialistas y anarquistas, bajo la mirada cómplice de policías y bomberos.
El barrio judío de Once fue atacado con saña por esas bandas que se dedicaban a la "caza del ruso". Quemaron sinagogas y las bibliotecas Avangard y Paole Sion. También atacaban a transeúntes, sin importar edad y sexo: golpeaban con cachiporras y las culatas de sus revólveres a ancianos y arrastraban de los pelos a mujeres y niños. Tras conocer estos incidentes que tomar por sorpresa a los vecinos del Once, en algunos barrios como La Boca tomaron precauciones. En la barriada conocida como Tierra del Fuego -habitada por anarquistas que habían pasado por el penal de Ushuai-, los esperaban. Hombres, mujeres y niños, armados con lo que tenían a mano, prepararon la defensa. Desde las terrazas les tiraban agua hirviendo y piedras, mientras los francotiradores abrían fuego contra los coches de la Liga. Cuenta el oficial de policía Romaríz: "Se nos hacía fuego desde varios lugares a la vez: desde lo alto de las azoteas, por las ventanas abiertas de las casas de madera, y aun desde los zaguanes.
Estabamos bloqueados y en el más completo aislamiento, ya que nadie concurría en nuestro apoyo o protección. Me asaltó en esas difíciles circunstancias la idea de que de allí no saldríamos con vida. Pensé que la revolución, que adjudicábamos a un sector circunstacial de la población, tomaba las graves proporciones de una insurreción armada de todo el pueblo." Por La Boca, los niños bien de la Liga no volvieron más.

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